Amenaza de exterminio global, voces de malos augurios, noticias catastróficas, violencia, inhumanidad, sangre y delitos a granel, homosexualidad descarada y promiscuidad sin freno. Es lo unico que se puede encontrar no solo en los periódicos del mundo sino en la calle donde vivimos.
El caos social campea por sus fueros. Pareciera como si nadie se atreviera a levantar su voz de protesta o simplemente dar el primer paso y decir: " Ya Basta! Ni una alma más para el infierno".
Si Jesús es el centro de la historia, si más de un tercio de la población mundial lleva en su corazón la bandera de los cruzados o dice ser seguidor del Rey de reyes, esa no debería ser la realidad.
Si quienes nos decimos cristianos, tomásemos la iniciativa de cumplir con el mandato de ser luz y sal de la tierra, no estaríamos asistiendo a la decadencia de un mundo que se autoproclama progresista y de vanguardia.
Es triste ver en lo que nos hemos convertido como seres humanos. La maldad se ha multiplicado, el amor ha desaparecido de la faz del planeta y la Iglesia del Señor hiberna y cría callocidades justo en el lugar donde la espalda cambia de nombre, o más claro aún, calentando bancas en los templos.
Es cierto que la palabra dice, que para ser salvos basta con creer de corazón en Cristo, aceptarle y confesarle como salvador y guardar sus mandamientos, pero es ahí donde ha estado el error de los que seguimos a Jesús.
Echamos mano a la salvación pero egoístamente luego de recibir el maravilloso regalo de la salvación por el sacrificio de Cristo, hemos saciado nuestra hambre y sed espíritual y hemos cerrado los ojos durante años, para dormir la siesta de la conformidad y la indiferencia.
El mundo se pierde y no hacemos nada, la humanidad va camino al hoyo y nosotros en vez de evitarlo, pasamos la mayor parte del tiempo desnudando en público a nuestro compañero de milicia, en vez de unirnos a él, para juntos, abandonar la comodidad de los templos e ir a las calles a buscar a los que están perdidos.
No basta con haber aceptado a Cristo, dar frutos de arrepentimiento, habernos bautizado, e ir a la iglesia siete días a la semana. Hay que dar de gracia lo que de gracia hemos recibido, predicar a tiempo y fuera de tiempo, desenterrar el talento que se nos ha dado, pues cuando el Señor de la viña venga (y de verdad viene en breve) y nos pida cuenta, podamos ser tomados por siervos fieles.
La míes es mucha y pocos los obreros. En tiempos en que la maldad y el pecado son el pan nuestro de cada día, es urgente que la iglesia de Dios, tome las calles para reemprender la gran comisión de ir por todo el mundo y predicar el evangélio a toda criatura.
Es por esto que desde esta humilde tribuna, saludamos el nacimiento del ministerio Reconstruyendo el Corazón de la Nación, un esfuerzo misionero a gran escala, en el que se han comprometido y embarcado un valioso grupo de pastores y líderes que con valentía y decisión salen a las calles a proclamar el Señorío de Cristo en la República Dominicana.
Es algo plausible, pues estamos obligados por la Palabra a anunciar este Evangélio, de poder de Dios para salvación. Tenemos qué y si no lo hacemos, les garantizo que las piedras lo harán.
Es hora de dejar la indiferencia, tiempo de dejar de ser expectadores desde la calentita banca de la congregación mientras millones descienden al seol sin Dios y sin salvación.
Reconstruyendo el Corazón de Nuestra Nación es una iniciativa que hacemos nuestra pues es una causa digna de apoyar e imitar en toda nuestra América.
Dejémos de ver la paja en el ojo ajeno, saquemos la viga del nuestro y con amor, mostrémos que somos valiosos para Dios, siervos agradecidos y nada egoístas. Seámos diligentes embajadores del Cielo, no indiferentes cónsules del infierno.
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